
Pintadera, Fran
Nacer en una isla es algo curioso. Siempre pienso que, de haber nacido unos pasos más hacia la derecha o unos metros más hacia la izquierda, me habría salido de las calles de Las Palmas de Gran Canaria y habría nacido en el mar. De ser así, quizá ahora sería un pez. Eso implicaría cosas estupendas, como ver arrecifes de coral o bucear durante horas sin tener que salir a tomar aire. Sin embargo, no podría escribir cuentos y, si lo hiciera, todos ellos se convertirían en papel mojado. Mal asunto.

Sender, Ana
Lloré por primera vez hace cuarenta años, en una ciudad de la periferia de Barcelona. Un tiempo después olvidé cómo llorar y cómo hablar. Lo que sí recordaba era cómo dibujar, así que dibujaba las palabras que no me salían y las lágrimas y los gritos que me había tragado. Y también soles, brujas, casas, princesas y monos. Eso fue hace mucho tiempo y ahora solo me olvido de hablar a ratos y he aprendido a llorar de muchas maneras diferentes. Incluso he inventado algunas nuevas, por ejemplo haciendo el pino.