Año de Publicación | 2011 |
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Formato | Rústica |
Medidas | 22×14.5×1.3 |
No. de Páginas | 208 |
No. Edición | 1 |
Peso | 250 |
Autor |
Delclaux, Sofía, Justribó, Antonio Agustín |
Sello editorial |
Almuzara |
¿Hay que ser un cabrón para llegar a Director General?
Ser o no ser, esa es la cuestión
Ser cabrón es una opción personal. Quien decide no serlo cree que la productividad de la empresa, el desarrollo profesional de su equipo e incluso la felicidad de las personas que integran sus organizaciones es mayor. Los protagonistas de este libro dirigen compañías con más de 100.000 empleados con honestidad, sinceridad, generosidad e incluso el cariño hacia las personas que trabajan con ellos; pero, quizás estén equivocados, o quizás no. «Es totalmente insano dejar creer a la gente que espera subir cuando tú sabes que no va a ser posible. Esto sería ser claramente un cabrón, perjudicar a alguien de forma consciente.» Miquel Lladó, presidente de Bimbo. «Los directores generales más cabrones airean los marrones, pasan de resolver problemas y se dedican a salvar el tipo sin aportar. Fundamentalmente consideran a las personas meros instrumentos.» Ricardo Currás, presidente de DIA. «Trabajan exclusivamente para construir su carrera personal y profesional. Cuando además usan a la empresa para su exclusivo beneficio, entonces estamos ante un perfecto cabrón.» Domènec Crosas, director general de Sanitas Residencial. «Ser un cabrón es no desear el bien. Quien desea el mal es mala persona. Hay gente buenísima, pero les cuesta salir del armario y prefieren parecer cabrones.» Bill Derrenger, consejero delegado de Kellogg´s. «Un cabrón es el que no respeta a los demás y hace un uso abusivo de su puesto de trabajo generando miedo… el director general cabrón lleva la empresa a la mediocridad.» Benito Vázquez, consejero delegado de Everis.