Navegación a Oriente y noticia del reino de la China

Este discurso de Bernardino de Escalante es la primera descripción de China en lengua española que vería la luz en letras de molde y uno de los más importantes relatos de viajeros a Oriente de la época. Se imprimió en 1577, en pleno apogeo del reinado de Felipe II y en uno de los momentos de mayor relevancia política de la corona castellana, cuyo imperio colonial rivalizaba con el portugués en extensión e importancia y se veía amenazado por la piratería inglesa. La expansión sin precedentes del conocimiento geográfico en la Europa moderna, de los siglos XV, XVI y XVII, tuvo una traslación directa en el ámbito de las letras, que afecta directamente a la concepción de un «otro» hasta entonces mal conocido, o sólo atisbado y mitificado por la leyenda. No obstante, aunque los europeos pasarán a tener una idea más precisa de las que antaño fueran tierras ignotas, el conjunto de tópicos sobre el oriente «maravilloso» que había nutrido la imaginación de las gentes del Medioevo y de los lectores de Marco Polo persistiría con fuerza hasta las últimas décadas del siglo XVI. El interés y la curiosidad ininterrumpidos por estas sociedades complejas y fascinantes quedarían consignados en una extensa y rica tradición de textos dedicados a la descripción de la sociedad, los pueblos y las costumbres orientales, unos textos que no pueden separarse de la realidad política y de los intereses económicos y de liderazgo de la metrópoli europea y de los colonizadores desplazados a estos nuevos mundos.

Político don Fernando el católico, El

El Político (1640) es una obra de Baltasar Gracián, ya maduro, en la que se elogia a Fernando el Católico, considerándolo “el máximo de los reyes” y modelo especular de gobernantes. Con un estilo de discurso encomiástico, aunque superando la retórica del panegírico, propia de los espejos de príncipes, Gracián pretende “no hacer tanto cuerpo de su historia, como alma de su política”. De ahí que la factura final de la obra se acerque a los tratados de moral práctica. Este libro ha pasado a la posteridad como “oráculo mayor de la razón de estado”, según su propia definición del rey aragonés, y mantiene su actualidad como manual que redefine el “arte de reinar” y las mayores virtudes del príncipe, oponiendo a la astucia maquiavélica el “gobernar a la ocasión” y el ejercicio de la prudencia. El lector hodierno comprobará una vez más que sus “oráculos” siguen sin perder un ápice de modernidad ni de su poderosa adecuación a cualquier lugar y tiempo.